jueves, 18 de septiembre de 2008

MALA SOMBRA



En el tren. Fue en el tren. Me apeé precipitadamente y al cerrarse tras de mí las puertas automáticas me percaté de que no la llevaba conmigo.


Alargué entonces ridículamente la mano pero el convoy proseguía ya su camino.
No; no es la primera vez que extravío algo en esta línea del metro. En esta ocasión, sin embargo, era algo tan personal, tan íntimo e intransferible, que imaginé que si alguien la encontraba la devolvería.


Con esa esperanza me he acercado hasta la estación y he preguntado en la ventanilla. Al parecer –me he sentido más aliviado- no soy el único que va olvidando por ahí su sombra.


El empleado me ha mostrado varias pero ninguna ha resultado ser la mía. Me ha visto tan abatido que me ha prestado una de lo más aparente para el fin de semana: es alta y estilizada y no saben lo que me cuesta seguirla.


Con decirles que estoy deseando que llegue el lunes.

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